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De las bañeras a las duchas: cómo se han bañado las personas a lo largo de la historia

Oct 15, 2023Oct 15, 2023

Encuestas recientes han revelado la frecuencia promedio de baños diarios en algunos países. Mientras que en América Latina, con Brasil, México y Colombia a la cabeza, las personas se dan de 8 a 12 baños a la semana, en la gran mayoría de los países afectados, el promedio ronda los 6 a 8. e incluso aspectos sociales.

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Lo que tenemos hoy como hábito individual de higiene y preparación para la socialización, fue una vez un acto colectivo y pecaminoso. Los registros más antiguos sobre el baño provienen de los egipcios. Para ellos, el baño era sagrado, una forma de purificar su alma y honrar a sus dioses. El baño se realizaba en un espacio colectivo y era una actividad social que también implicaba el uso de aceites y cremas naturales.

Además de Egipto, otras civilizaciones también contaban con espacios sociales de baño, como los babilonios, los griegos y los romanos. La casa de baños más antigua del mundo, conocida como Mohenjo-daro, se encuentra en Sindh, Pakistán, y data del año 3000 a. En las civilizaciones antiguas, este equipamiento era visto como un lugar religioso de socialización y autocuidado colectivo. Para los griegos, por ejemplo, también estaban ligados a la práctica de deportes, en particular la natación.

Sin embargo, fueron los romanos los que elevaron el estatus de las termas, creando espacios que podían albergar a más de tres mil personas. Estos edificios contaban con jardines, saunas, piscinas de agua fría y caliente, vestuarios, bibliotecas y restaurantes, todo ello garantizado por el Imperio, que, a medida que se expandía, construyó nuevos baños apoyados en un sofisticado sistema sanitario de suministro y drenaje de agua.

Las civilizaciones orientales también tenían equipos similares. Los baños turco-árabes, llamados hamans -que aún hoy existen-, además de bañarse en las piscinas, contemplaban la depilación, el masaje, la hidratación, el blanqueamiento dental y el maquillaje. Mientras que la cultura oriental, no sólo la turca y la árabe, sino también la japonesa y la china, mantuvieron la costumbre del baño a lo largo de la historia, Occidente vio interrumpida esta práctica durante la Edad Media, cuando el moralismo de la Iglesia católica interfirió en muchas de las relaciones sociales. hábitos

En la Edad Media, Gregorio I -Papa del 590 al 604 d.C.- calificó el cuerpo humano de "vestidura abominable del alma", y fue esta ideología la que convirtió el placer en pecado y el acto de lavar el cuerpo en lujuria. A partir de entonces, la población en general abandonó los hábitos de higiene, lo que resultó en una serie de crisis sanitarias, epidemias y plagas que atravesaron la Edad Media.

Si las civilizaciones antiguas se bañaban regularmente en baños públicos, utilizando grandes piscinas, arcilla y aceites naturales para conectar con su religión y socializar, en la edad media las personas comenzaron a bañarse en bañeras de madera una o dos veces al año, independientemente de su posición social. Se informa que Luis XV se bañó dos veces en toda su vida. Para la higiene diaria se utilizaban paños húmedos y perfume.

A pesar de las cruzadas y del contacto con diferentes culturas y pueblos, como los pueblos originarios sudamericanos, Occidente solo cambió sus costumbres con la Ilustración en el siglo XVIII, cuando el baño pasó a ser entendido científicamente como una cuestión de salud. Sin embargo, para que los baños colectivos se convirtieran en un hábito individual -hecho en casa- hubo resistencia por parte de la mayoría de la población. La dificultad para acceder al agua y las condiciones sanitarias en los hogares, sumado a esta resistencia, resultó en un largo proceso para que el hábito del baño se retomara efectivamente en Occidente.

Cuando los hábitos empezaron a cambiar, no había en la casa un lugar específico para bañarse. Había bañeras de madera por todas partes y todos usaban la misma agua. Solo a fines del siglo XIX las casas occidentales estaban equipadas con un baño. Con el acceso al agua y los inventos de Oriente –como la ducha, de los árabes, y la bañera, inspirada en los jacuzzis japoneses–, los baños empezaron a parecerse a lo que conocemos hoy.

Muchas ciudades pasaron por obras de saneamiento y comenzaron a llevar agua entubada a los hogares desde principios del siglo XX. Con la Segunda Guerra Mundial y la consiguiente reconstrucción de los centros urbanos, la mayoría de las casas europeas ahora tenían acceso a baños privados. Desde entonces, el baño ha vuelto a ser un momento de cuidado personal, convirtiéndose también en un producto comercial. Los medios y la publicidad empiezan a asociar una serie de productos al baño, como duchas más potentes o bañeras de lujo, y cosméticos como jabones, aceites, espumas, champús y cremas.

Si, por un lado, el acto de bañarse consiguió sortear el moralismo cristiano a través del contacto con otras culturas y la ciencia, también se fue recuperando paulatinamente el hábito social que implicaba bañarse. Hoy en día, las saunas y las piscinas públicas resisten como espacios sociales en algunos lugares del mundo, manteniendo vivos algunos viejos hábitos sin, sin embargo, presentar el poder social de antaño.

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